Toda persona admira a alguien personalmente. Podemos admirar a un familiar, una celebridad, un personaje ficticio o histórico; es claro que la lista es infinita. Esta fascinación que tenemos con ciertas personas nos motiva a querer ser como ellos, nos inspiramos en características ajenas a nosotros y en el camino tratamos de no dejar a un lado nuestra esencia. 

Como seres humanos tendemos a idealizar objetos o personas, no es coincidencia que en la antigüedad distintos pueblos formaran sus dioses en base a fenómenos naturales con apariencia antropomórfica, incluso en ciertas civilizaciones adoraban a sus gobernantes como dioses. Este patrón de comportamiento ha perdurado en el tiempo y podemos observarlo en nuestro país, Ecuador. Me gustaría dejar en claro que lo expresado a continuación no proviene desde una posición privilegiada ni con mirada de desdén, el próximo ejemplo es una muestra cercana de la realidad ecuatoriana, nos guste o no. Dicho esto, Ecuador es un país estancado en el subdesarrollo producto de gobiernos populistas y oportunistas del momento. Un factor esencial que contribuye a este lamentable estado es la carencia de educación y no me refiero a que los gobiernos de turno no hayan intervenido en los sitios donde la educación es deplorable; me atrevo a decir que todos en su momento se encargaron del sector educativo, solo el tiempo nos dirá si tuvieron éxito o no. Cuando menciono la carencia de educación me refiero a una educación individual de las personas con medios para acceder a la información como el internet. Esta falta de educación se refleja en deplorables actitudes como el fanatismo religioso y político que curiosamente están casi al mismo nivel en nuestro país, involucramos a dios (cualquiera que sea este) en decisiones que deberían ser objetivas, tomamos una actitud sumisa a las figuras de poder (iglesia y gobierno) cuando en realidad no deberíamos apagar nuestra mente en servicio a ellos. Mucha atención, esto no es un llamado a la desestimación de la autoridad y mucho menos una invitación a la violencia en contra del gobierno e iglesia; es una analogía entre las actitudes idealizadoras del ser humano antiguo y moderno que abre un abanico de actitudes dependientes de un sistema establecido, que en el caso de este artículo de opinión son las tendencias del diseño gráfico. 

En el diseño gráfico existen personalidades muy destacadas que asombran a jóvenes y adultos con su ingenio; El arte y diseño de Jaime Hayon, las composiciones tipográficas de Paula Scher y las creaciones de Stefan Sagmeister son sin lugar a dudas espectaculares; todos ellos son merecedores de admiración y respeto. Sin embargo, desde hace unos años los diseñadores gráficos colocan a las eminencias en diseño en un altar psicológico que dirige la conducta creativa de una persona; la inspiración profesional se transformó en un culto gráfico exclusivo donde no hay espacio para nuevas ideas más que las tendencias establecidas y si alguien osa proponer algo nuevo lo “corrigen” en base a lo que yo denomino su “Religión Gráfica”. Un sistema de creencias basado en la idealización de conceptos gráficos específicos de una época no vivida por el autor impulsado por la evocación del pasado.  

A continuación, comparto una experiencia del Ecuador Poster Bienal 2022 donde durante una charla una joven estudiante de diseño gráfico realizó una pregunta sencilla. ¿De dónde se inspira? – Preguntó la estudiante. – No busques en Pinterest – Respondió Stefan Sagmeister. Esta sencilla respuesta desmontó toda una práctica en común en la mente de algunos jóvenes; no estoy muy seguro desde cuando buscar referencias en pinterest se volvió ley en el diseño gráfico, pero es algo que se ha propagado como la peste desde hace un tiempo. No está mal inspirarnos en el trabajo de alguien más, lo que está mal es la ausencia del criterio propio; la inseguridad que genera en los nuevos diseñadores el posible rechazo a su trabajo que no sigue “las tendencias del diseño actual”, esto no quiere decir que todo diseño es bueno en el primer intento. No, no es así. Creo que la actitud correcta debería ser la de reconocer que no funciona en nuestro trabajo, corregirlo y seguir aprendiendo en el proceso; respetando el legado de nuestros predecesores sin idealizarlos, solo asó forjaremos nuestro valor y criterio propio.   

En definitiva, el deseo del éxito personal es una actitud compartida por muchos en el campo laboral, no obstante, esto nos obliga a seguir las tendencias establecidas que en ocasiones no permiten el desarrollo de ideas fuera de lo común. Si, es verdad que “Ahora todo está en internet” y para acceder a todo lo que hay en ella debemos suscribirnos a un proveedor de servicios de internet con un costo mensual de unos cuantos dólares, pero ese es el precio de pertenecer a la actualidad; un precio que no tiene sentido si no lo aprovechamos correctamente en nuestro trabajo. Podemos aprender del trabajo y la trayectoria de profesionales destacados, pero no permitirnos sacrificar nuestra creatividad e integridad por el éxito instantáneo. 

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